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Big Society AND Big Government – debate en Govern Digital 2015

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jordi y alorzaImpresionante el evento Govern Digital 2015, tanto en ponentes como en asistentes. Mucha energía de un colectivo que anhelaba esta ocasión de reunirse. Hemos abierto las jornadas el amigo Jordi Graells y yo mismo, con una ponencia en formato conversación, titulada “Reflexiones sobre la Administración pública que queremos para el siglo XXI“. En breve podréis contar con el vídeo. Entre tanto, os dejo aquí, más o menos, la contestación a la primera pregunta de las que lanzó Jordi, acerca del contexto de la innovación pública.

«El problema de lo público es que los ciudadanos piensan que es gratis y los políticos que es suyo». Esta especie de aforismo fácil que circula por la Red nos sirve para mostrar los grandes límites culturales para actuar en el sector público. Atendiendo estos límites, ¿cuáles crees que son los retos para innovar en la Administración y adaptarla al siglo XXI?

Jordi, deja que empiece por comentar ese terrible aforismo con un poco de contexto. La semana pasada estuvimos haciendo algo cada vez menos frecuente, que es ver la tele en familia. Estaban echando una de esas películas de Hollywood supuestamente moralizantes- Here Comes the Boom. El argumento era, en breve, este:

Un hombre de cuarentaypico años trabaja como profesor de biología en la escuela pública y, por las tardes, como profesor de ciudadanía para emigrantes candidatos a obtener la nacionalidad estadounidense. La escuela pública afronta la pronta desaparición de su academia de música por falta de recursos económicos. Nuestro protagonista decide conseguir él mismo el dinero para salvar la academia. Para ello, no tiene mejor idea que entrar en el circuito de las peleas, en una de esas variedades que suman el boxeo, la lucha libre y las patadas en la cara. El argumento no ofrece ninguna sorpresa: el protagonista va recibiendo palizas a cambio de dinero hasta conseguir llegar a una pelea del circuito profesional. Por supuesto, gana la pelea in extremis y consigue así el dinero suficiente para salvar la escuela y, de paso, el amor de la chica. Simultáneamente, todos los alumnos de sus clases de ciudadanía obtienen la ciudadanía estadounidense, aparecen grandes banderas y vuelan palomas blancas.

El mensaje de la película es aterrador. Visto desde este país, es imposible entender de qué se alegran esos nuevos ciudadanos americanos, cuando acaban de aprender que van a vivir en un sistema donde los servicios públicos precisan de superhéroes que los saquen adelante con medidas extraordinarias. Y esto se dice en un filme donde no se dedica un minuto a criticar al sistema.

Al otro lado del charco, en Reino Unido, un probablemente bienintencionado David Cameron llega al poder con un programa de dos caras. La cara a es la “Big Society”, esto es, la involucración de la ciudadanía en la producción de las políticas públicas. Y, en la cara b, el “Small Government”, esto es, una drástica reducción de la Administración pública. Nuevamente, el futuro de los servicios públicos se fía a unos ciudadanos en papel de rescatadores del bien común.

Pues bien, para empezar quiero declarar que es posible y beneficioso aunar “Big Society” y “Big Government”, una sociedad involucrada y, además, una Administración con una alta intervención en lo público. Aquí el asunto clave está en entender qué es lo público. cuál es el objeto que administra la Administración pública. Vivimos en una sociedad donde no se ha producido una reflexión acerca de cuáles son los bienes comunes y cómo deben ser gestionados. Y, como consecuencia, lo común está amenazado.

Esto se produce en el contexto de una crisis económica donde lo más relevante es la creciente desigualdad social, que deja a enormes bolsas de población fuera del Primer Mundo al que decimos pertenecer. Esta ruptura de la cohesión social supone un grave déficit democrático que puede incluso destruir el Estado social y de derecho consagrado en la Constitución. En medio de la tempestad, la Administración está siendo utilizada no como mecanismo de regulación social, sino como recurso para el rescate de lo privado a costa de esquilmar lo público y, en segundo lugar, como sistema de beneficencia para evitar que los excluidos se levanten en armas.

Jordi, perdona esta digresión inicial. Quiero recordar por qué estamos aquí. Tú, por ejemplo, eres geógrafo, esperantista y bailarín. Y yo soy psicólogo, cocinero y músico. Ambos nos hemos dedicado a la Administración pública, en lugar de a algunas de estas otras aficiones, para contribuir a la buena vida, nuestra, de nuestros hijos y de la sociedad en la que vivimos. Nos dedicamos a transformar la Administración pública porque nos parece importante y apasionante.

Y para que este trabajo merezca la pena, necesitamos dos cosas:

  1. Defender lo público para todos. Que la sanidad, la educación o la seguridad públicas sean la opción mayoritaria y no sólo un refugio para sectores desfavorecidos.
  2. Innovar en la gestión de lo público. Canalizar la energía de los trabajadores públicos y de la ciudadanía activa para producir más y más valor público.

Y con esto vuelvo a la pregunta de los límites culturales de la actuación del sector público. El gran problema es que, por más que la Administración avanza, tengo la impresión de que la brecha entre los servicios digitales más avanzados y los servicios públicos aumenta. Amazon va más rápido que nosotros. ¿La solución es que Jeff Bezos compre la Administración pública? Pues no. No sabría ni qué hacer, porque sus problemas son de risa comparados con la complejidad de los que aborda lo público. Y, sin embargo, no es aceptable esta distancia con lo esperable en el siglo XXI. El camino para no perder el paso es el camino de la innovación. De la innovación pública en red, Jordi, de las Xarxes d’Innovació Públiques.

Yo planteo un modelo de innovación pública que se basa en dos valores: apertura y corresponsabilidad. La apertura supone un cambio en el lado de la Administración, que debe hacerse transparente y, más importante, devolver poder a los administrados. La corresponsabilidad supone un cambio social, en el sentido de implicarse en el diseño, la producción y la evaluación de las políticas y los servicios públicos.

Junto con estos dos principios, contemplo dos elementos constituyentes, que serían las personas y el valor. Esto es, en nuestro modelo de innovación las personas, de dentro y de fuera de la Administración, son el centro, son los productores y sufridores de la innovación. Y el valor es la medida del éxito. Sólo hablaremos de innovación pública cuando se produzca un impacto positivo en la vida de las personas.

Este es el reto del siglo XXI: introducir, por una parte, los valores de apertura y corresponsabilidad y, por otra, activar el conocimiento de las personas para producir valor público, en una secuencia que me gusta escribir como “prender – aprender – emprender”.
Modelo iPublica

Actualización 16:00

Con gran agilidad, la organización ya ha publicado el vídeo de los 60′ de nuestra conversación. Aquí:



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